Este día llegarán a México los tres náufragos que fueron encontrados en oceanía luego supuestamente recorrer más de ocho mil kilómetros a la deriva en más de nueve meses, hasta que fueron rescatados por un atunero chino.
En los últimos días las dos televisoras más importantes, se dieron el lujo de mandar reporteros a cubrir el arribo a la capital de las Islas Marshall, Majuto, de los tres náufragos. Hemos escuchado su historia una y otra vez, sabemos lo que comen y los vemos viajando en avión para ser recibidos como héroes en sus lugares de residencia.
Hasta ahí todo sería parte de la cobertura normal para un hecho inusitado, sin embargo las empresas televisoras, tan ávidas de dar detalles de lo acontecido, han omitido investigar algunos aspectos trascendentes del relato de los pescadores.
Por ejemplo, resulta raro, como aseguran algunos pescadores, que no se aprecie en la piel de los tres náufragos los estragos que causó su exposición al sol; es extraño que a pesar de la dieta que llevaron no sufrieran de la enfermedad conocida como escorbuto.
Llama también la atención que sus familiares nunca los reportaran ante las autoridades como desaparecidos e incluso quienes los vieron zarpar aseguran que solamente eran tres y no cinco como los rescatados aseguran.
Las televisoras que tanta difusión han dado al hecho, no se han preocupado por buscar a los familiares de los dos presuntos muertos, don Juan y “El Farcero”, para los noticieros la presencia de esas dos personas y su muerte representa un hecho meramente anecdótico y nadie se ocupa de documentar su existencia.
La aparición de los náufragos, justo en un momento coyuntural en la vida democrática de México y la enorme cobertura que se les ha dado, sin mayores cuestionamientos; pero además con la exoneración total de las autoridades –la Secretaría de Marina no los va a investigar y la PGR ya declaró que no son narcos, sin siquiera investigar– deja la percepción que esta historia puede estar siendo maximizada para opacar otros asuntos.
No sería la primera vez que el Estado y los grandes medios de comunicación crearan de la nada grandes historias o hicieran aparecer hechos reales como eventos de trascendencia mundial, todo con el afán de desviar la atención ciudadana.
Ahí tiene que con López Portillo y en plena devaluación, Televisa desvió la atención al nacimiento del oso panda de Chapultepec y lo convirtió en un evento de relevancia nacional. O durante Miguel de la Madrid, con la crisis económica asfixiándonos, se otorgó a México la organización del Mundial México 86, que además sirvió para desviar la atención del temblor.
Durante el gobierno de Ernesto Zedillo y con la guerrilla, el error de diciembre, los crímenes políticos, Televisa volvió a desviar la atención con la creación del famoso “Chupacabras”.
Ahora, cuando la crisis política en Oaxaca y los plantones ordenados por Andrés Manuel López Obrador nos tienen al borde de un estallido social de mayores proporciones, “milagrosamente” aparecen los náufragos y toda la atención se desvía hacia allá.
A lo mejor somos muy exagerados en nuestra percepción, pero lo menos que podemos hacer es dejar asentada nuestra opinión al respecto. De algo estamos seguros, cierto o no el naufragio de estas personas ya sirvió para desviar la atención.
Credito.